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Cuando presentamos a Nacho Vegas, lo hicimos desde la convicción de honrar nuestra premisa básica como sello: el trabajar para el talento verdadero (y duradero) desde el respeto absoluto.

Actos inexplicables fue editado en mayo de 2001, y convertido en referencia fundamental para la música hecha desde aquí. Seleccionado por diversos medios como «disco del año» (entre ellos Rockdelux), constantemente sigue siendo descubierto por personas que sienten lo mismo que sentimos todos a los que las canciones de Nacho nos resultan importantes, suponiendo, que estamos cercanos al sentimiento de estar hablando de una, perdón, obra clásica.

En esencia, Actos inexplicables fue lo que anunciábamos: el principio del viaje, por supuesto, solo de ida.

Nacho montó una banda y en su primer concierto (FIB 2001) dejaron claro que sobre las tablas, las cosas también iban muy en serio.

En otoño se embarcaron en una gira que les llevó a recorrer la mayoría de salas del circuito y acercarse a París y a Amsterdam, debido a la atención que desde los medios galos (Liberation, Magic! e Inrockuptibles entre otros) se le estaba prestando.

Con motivo de esta gira se editó Seis Canciones Desde El Norte (Acuarela/Limbo Starr 2001), disco que compartió con Aroah.

En directo se forjó el sonido del grupo, y aprovechando su estado de forma y el prolífico momento del propio Nacho, se encerraron en los estudios de Paco Loco en el Puerto de Santa María, y dieron forma al grueso de Cajas de música difíciles de parar.

Como preludio a la edición del álbum doble, vio la luz el epé Miedo al zumbido de los mosquitos (Limbo Starr), que contenía cuatro inéditas pertenecientes a estas sesiones de grabación, entre ellas «En La Sed Mortal» (única que se incorpora a las veinte canciones del repertorio de Cajas…); fue seleccionada por diversos medios como una de las canciones de 2002.

Poco podemos adjuntar al ameno escrito que Nacho preparó para acompañar el disco, salvo que ante la propuesta de editar un álbum doble, solo pusimos una «exigencia» (teniendo en cuenta su especial naturaleza): que el contenido justificara el formato. Amén.

Puedes leer el escrito aquí

Cuando preparaba el repertorio del que sería mi primer álbum, Actos inexplicables, me encontré con que no eran pocas las canciones que deseaba grabar, y que además eran largas (la mayoría superaban los cinco minutos). Fue entonces cuando consideré por primera vez la posibilidad de un álbum doble. Sin embargo, acabamos desechando la idea: una grabación más larga o intensa de lo normal siendo virgen en solitario y sin tener aún una banda fija era algo para lo que no me veía preparado. También para Limbo Starr se iba a tratar de la primera referencia y era natural que no les pareciera prudente.

Un año y pico después comenzamos a pensar en un nuevo álbum. Había muchas nuevas canciones, y seguía queriendo grabar algunas de las que ya habían formado parte del posible repertorio de Actos inexplicables y que al final no fueron incluidas por una u otra razón. En total tenía un posible repertorio de treinta y dos temas. Tras una criba en la que quedaron fuera canciones que no me parecían bien acabadas o que se alejaban un poco del tono general del resto, en agosto entramos al estudio de Paco Loco a grabar un total de veintiséis temas, de los cuales veinte conforman Cajas de música difíciles de parar. De los restantes, tres fueron incluidos en el epé Miedo al zumbido de los mosquitos, publicado el pasado octubre. Los otros tres permanecen en la recámara.

Con este álbum espero, pues, dar cuenta de la mayor parte de las canciones que he escrito en los últimos años. Algunas realmente antiguas en su génesis, como Por culpa de la humedad; otras muy recientes, como Gang-bang o N. V. por la paz mundial. Sin embargo, creo que lo que dota al álbum de unidad, lo que actualiza cada una de las canciones es el momento en que han sido grabadas. Entiendo que ellas poseen vida propia, de modo que con el tiempo van mutando; las letras varían, las interpretaciones reinventan la música. Sé que escuchar a un solista decir «ahora somos una banda» suena a tópico, pero en algunos casos los tópicos contienen gran parte de verdad y yo no me resisto a suscribir este.

Jairo Moreno, Iker González, Manu Molina, Diego Yturriaga y yo registramos este álbum como un grupo de rock mucho más que como un cantautor con una banda «de apoyo», grabando en directo y dejando que las canciones se hicieran con nosotros en lugar de nosotros con ellas, y sacrificando —algo para mí muy necesario- la perfección en beneficio de la urgencia. De la banda, sólo Manu, a la batería, había estado presente en Actos inexplicables. Es el más joven del grupo, pero el más experimentado. Forma parte de diferentes bandas asturianas —de percusión, de funk, de jazz- y además suele acompañar al nunca bien ponderado Luis Navarro. A Diego lo conocí bien tocando con Migala y enseguida le propuse formar parte del grupo. Él es de las pocas personas con las que me resulta fácil hablar de las canciones. Iker lideró grupos gijoneses de breve vida (El Visitante Inesperado y Jardín Mecánico) y próximamente formará parte de Mus en su gira norteamericana. Su sensibilidad al piano y sus maneras poco ortodoxas de tocar la guitarra eléctrica no dejan de maravillarme. Para Jairo esta fue su primera experiencia musical (después también ha colaborado con Aroah) y, sin embargo, su concienzudo punto de vista sobre las canciones y el sustento que proporcionan sus líneas de bajo le hacen indispensable en el grupo.

Poco tiempo antes de la grabación del álbum coincidí una noche con J, tras un concierto de Los Planetas, y le invité a colaborar (o tal vez se invitara él mismo). Sabía que quería una segunda voz para el tema Noches árticas, pero no estaba seguro de la melodía ni de la letra. Pensar en J haciendo esa voz fue lo que me acabó dando la melodía. Luego encontré la letra leyendo en cierta novela una referencia a un sonido que semejaba al de unas «cajas de música difíciles de parar». Fue el último verso que escribí de todo el álbum, así que tomé la frase literal de la que había surgido y se me antojó como posible título, que a la sazón fue el definitivo. La voz de J, entre tímida y perturbadora, me dio la clave para construir la breve coda que cierra el álbum.

Beatriz, de Nosoträsh, cantó en La plaza de La Soledá, una de mis canciones favoritas del disco y sin duda, gracias a su voz, el estribillo que más me gusta volver a oír.

Thalia Zedek, después de su actuación en Benicàssim, fue invitada por Paco Loco y su mujer Muni a pasar unos días en su casa del Puerto de Santa María, así que se encontraba por allí cuando comenzamos a grabar el disco. Suyo es el clarinete en Gang-bang, y viene a demostrar que no sólo es una de las mejores singer-songwriters actuales, sino que en general posee una gran sensibilidad musical.

Paco Loco presidió la grabación poniendo en ella todo su talento, su paciencia y su sentido del humor (y tiene mucho de las tres cosas).

En septiembre realizamos una serie de grabaciones adicionales en Gijón; fundamentalmente partes de cuerda y viento. Para ello me reuní con Carlos José Martínez, con quien ya había trabajado en Actos inexplicables (y que además es responsable de arreglos en discos como La pena máxima, de Sr. Chinarro; Los diarios de petróleo, de Chucho; o Esperanza, de Manta Ray). Con él hablé y escuché detenidamente las canciones, y aun así sabía que cuando me mostrara los arreglos que había escrito iba a tener cabida lo inesperado. Es lo que me gusta de Carlos; a veces consigue enseñarte lados de las canciones que tú aún no habías descubierto. Y creo sinceramente que en este disco los arreglos (más puntuales e integrados de forma más sutil que en Actos inexplicables), lejos de hacer las canciones más «bonitas» o más «dramáticas», pasan a formar parte integrante de ellas, poniéndose a su servicio, del mismo modo que lo hacen los personajes de una obra.

Finalmente volví a Cádiz para mezclar el disco. Diego me acompañó, porque quería tener el punto de vista de alguien del grupo y porque aún tenía que grabar alguna de sus partes. Asimismo, en esos días grabé la última de las veintiséis canciones, La canción de la duermevela, que es precisamente la última del álbum. La dejé para el final porque constaba solamente de voz y guitarra, aunque en un principio tenía la ilusión de que pusiera su voz la cantante de tonada asturiana Mari Luz Cauñedo. Por una u otra razón nunca llegué a proponérselo, y esa es una de las espinas que me han quedado clavadas con este disco (colecciono espinas de cada disco que grabo).

No puedo dejar de mencionar que en esta grabación estuvieron bien presentes Juan y Harry, los perros que vivían allí con Paco y Muni*

Y hasta aquí puedo contar. Sobre el diseño y fotografías del álbum les puede hablar un señor que responde al nombre de C. S. Ulla, si es que lo localizan (nadie sabe dónde vive). Cualquier otro punto oscuro deberá ser aclarado personalmente con David López en las oficinas de Limbo Starr. Él sabe cómo actuar.

En una ocasión le preguntaron a Lou Reed por lo que significaban para él sus discos. Él respondió algo así como que lo que le gustaba era que capturaban un momento en el tiempo. Que de alguna manera lograban detener el tiempo, pero que luego la vida seguía, y había que pasar página, hacer más discos, etc. Y bueno, aunque no se trate del Transformer, yo creo honestamente que Cajas de música difíciles de parar ha conseguido capturar un momento particular de mi vida. Ahora pasaré página.

Nacho Vegas, enero de 2003

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Nacho Vegas – Cajas de música difíciles de parar

Fecha de lanzamiento : 10 febrero, 2003
Artist : Nacho Vegas
label : Limbo Starr
Catalog ref. : LS0071

Un descenso a tumba abierta al interior humano donde el deseo, la dependencia, el placer y el desarraigo entre otros sentimientos se abordan desde la primera persona por un artista que de una forma empírica bajó a algunos infiernos para contárnoslo.